Carlos Fernández: "La profesión del Ingeniero Agrícola es guapísima, maravillosa en cada una de sus ramas”
Carlos Fernández nació en un llagar en Asturias y rodeado de vacas. Y así vivió toda su infancia, entre ganado y cultivos.
Pese a tamaña 'agro-influencia', él, ocurrente desde la infancia, quería ser marino mercante, "pero en casa, con muy buena óptica, no me dejaron", nos cuenta. Así que optó por la Ingeniería Agrícola, algo en lo que también contribuyó un profesor de química al que el joven Carlos escuchaba maravillado hablar de abonos y nitrógeno.
Se declara un enamorado de la ganadería, tanto que confiesa que su mujer le reprocha que tiene más fotos de vacas que de ella. "Y es verdad", reconoce. Fue en este sector donde inició su andadura profesional. Después, se pasaría a los parques, los jardines y a la docencia. Por último, dedicó sus últimos años en activo a poner en valor los paisajes protegidos de Las Cuencas Mineras.
Ahora, ya jubilado, da rienda suelta a dos de sus pasiones: la escritura, en la que descubrió que 'se defendía' a los 50 años, cuando ganó un concurso de cartas de amor; y la solidaridad, a través de la recién creada fundación Agricolae Mundi, porque "hay que morir en el escenario", nos dice.
Durante la charla habla apasionado de Asturias, sus vacas, su gente, sus paisajes, la sidra y les fabes... En la conversación es imposible seguir una línea recta. Incorpora historias aquí y allá, anécdotas que cuenta entre risas, dándoles el tono y el tempo de los buenos narradores, y que también hacen reír a quien le escucha, porque es realmente difícil no 'entregarse' a sus relatos.
Para la entrevista solo nos pide una condición, que no sea una cosa muy seria, "porque vivimos en un mundo tan serio que hay que diluirlo un poquitín".
Esperamos haberlo logrado y que la chispa de su genialidad llegue también a los lectores a través de sus palabras. ¡Os dejamos con él!